Informe 22: Dentro de diez años
«Continuidad de los parques» es un fascinante cuento de
Julio Cortázar que en mera página y media consigue crear un mundo donde se
entremezcla de una manera pavorosa la ficción y la realidad en un solo continuo. En él, entre otros
muchos detalles, se muestra cómo la ficción solo puede suceder dentro de la
realidad y, del mismo modo y al contrario, que la auténtica realidad nutre la
ficción.
Dice el
tópico que nuestras células mueren constantemente y van siendo reemplazadas por
otras nuevas. Se supone que de aquí a diez años solo quedará una mínima parte
del cuerpo actual que está leyendo este informe. Entonces ¿cómo es posible
seguir siendo nosotros mismos si nos vamos perdiendo a trozos por el camino?
Las
entidades que creamos los seres humanos parecen funcionar del mismo modo. Bayer
es una empresa actual cuyo pasado reciente es tan limpio como el de cualquier
otra compañía (o sea, no mucho, la verdad). Sin embargo, en sus orígenes esta
química y farmacéutica formaba parte del conglomerado IG Farben, junto con
otras empresas tan conocidas como Basf.
Durante la Segunda Guerra
Mundial, IG Farben instaló varias plantas junto al campo de exterminio de
Auschwitz-Birkenau para utilizar a los presos como esclavos, aparte de usar a
estos como sujetos de experimentación de fármacos. En 1945 pasó a control de
los Aliados y, siete años más tarde, fue disuelta y las empresas que formaban
parte del conglomerado desmembradas. IG Farben no fue la única en aprovecharse
del trabajo esclavo; algunas de estas compañías pagaron indemnizaciones a los
supervivientes; otras no. Sin embargo, muchas de ellas no desaparecieron y
volvieron a dedicarse a lo suyo. Hoy en día, naturalmente, no queda ningún
gerente ni obrero en la compañía que estuviera en ese cargo entre 1939 y 1945.
Tampoco la empresa se llama igual. Podría decirse que en diez años pocos de sus
trabajadores actuales seguirán allí.
Hace unos pocos años, el
ayuntamiento de Barcelona denunció al Estado italiano por los bombardeos
fascistas. [Un breve excurso: en este caso el adjetivo está utilizado de manera
precisa, tanto filológica como etimológicamente; para el resto de formulaciones
actuales, se ha convertido en una palabra aplicada a todo el espectro de
ideologías posibles, por lo que recomendaría el abandono de su uso o su
transformación en un adjetivo empleado para definir algo sin mucha chicha
semántica, una palabra muletilla como bueno o ¿sabes?] Italia
sigue siendo, con pequeñas alteraciones territoriales (como la incorporación de
Trieste), el mismo país que en 1938, pero no sé qué continuidad existe entre
los fascistas de Mussolini y los herederos de los que los derrocaron. ¿Se les
acusa de seguir siendo fascistas? ¿Tienen que pagar los platos rotos de una
dictadura siendo una democracia? ¿Nos fiamos tan poco de los historiadores que
queremos que su papel lo ejerzan los jueces? ¿Acaso no hay que fiarse de jueces
ni historiadores? Fíemonos, eso sí, de que los políticos estarían a seguramente
allí dentro de diez años, aunque sus células no.
Desde hace casi una década,
España y Colombia litigan por la propiedad del galeón San José, hundido
ante las costas cafeteras en 1708. España reclama que el barco es suyo por la
presencia en el pecio de seiscientos soldados (creo que a estas alturas no se
esperan supervivientes, pero ya se sabe cómo es este país: tendremos que
enterrar monedas de oro en las fosas comunes para que el gobierno actúe).
Colombia reivindica la propiedad
porque está en sus aguas territoriales. Sin embargo, es irrebatible que en 1708
no existía como país. España sí, pero las cosas han cambiado mucho desde
entonces: ¿hay una continuidad entre la España de Felipe V y la actual? Depende
de a quién le preguntes, supongo. Algunas personas responderían que seguimos
estando en una monarquía absoluta, como demuestra el hecho de que la dinastía
reinante siga siendo la misma. Otras defenderían que de los ilustrados
españoles del siglo xviii vienen
las libertades de las que disfrutamos ahora. Algún colombiano podría argüir que
si hay gente que considera que Trajano es el primer emperador romano de origen
español, ¿por qué el tesoro del galeón no iba a ser suyo, si además el oro
provenía de sus minas? Tengamos por seguro que de aquí a diez años las monedas
no estarán bajo el mar.
Este mismo año, el no conocido
como Secretariado de Propaganda de España en el Extranjero (más conocido por su
absurda y ultracapitalista denominación de Marca España) publicó un mensaje en
Twitter (vamos, lo que ahora se dice en corto, tuiteó o, como me gusta a mí,
pio, pues liga con esta clásica expresión castellana, «¿qué pías?», cuyo
macarrismo encaja mucho con el tono general de esta red social). En el pío en
cuestión se felicitaba por el papel de la Nueve, la heroica y honorable
división, formada en su mayoría por republicanos españoles, que fue la primera
en entrar en el París ocupado por los nazis en 1944. Se quería destacar el
papel de España como defensora de las libertades y blablablá, blablablá, qué
buenos somos y cómo molamos.
Por una parte, chapó por
acordarse por fin de felicitar a unos héroes contra el fascismo tan ninguneados
y olvidados y por rescatar la hermosa y digna herencia republicana de esta país
(para una visión artística sobre el papel de la Nueve hay un precioso cómic de
Paco Roca llamado Los surcos del azar).
Por otro lado, mal. Mal, mal, mal. Y no mal porque me
ponga al lado de algunos idiotas que defendieron que, como en 1944 España era
franquista, decir que estaba al lado de las democracias era falso y sigue
siendo un Estado fascista y tú más y yoquesé y queseyo. Está mal por el
autobombo: hacerse la pelota a uno mismo por algo que encima no has hecho no
está bien. Quienes se felicitaban desde el gobierno por lo que hicieron los
republicanos, creo yo que no estaban bajo las balas de los nazis ni luchando en
el norte de África con el ejército de la Francia Libre.
A ver, esto vale para todo: por
muy contento que estés con la victoria de Rafa Nadal, no has ganado tú ni
tienes ningún mérito en ello; ni los británicos del Brexit liberaron Europa de
los nazis, ni tampoco los estadounidenses blancos actuales explotan a esclavos
negros en campos de algodón, ya lo hacen de otras maneras. No quiero decir con
ello que estemos exentos de culpa, pero esto no es como el pecado original, que
se va pasando de padres a hijos; no hace falta que nos remontemos al pasado
para cargarnos de culpas, ya tenemos suficientes cosas de las que avergonzarnos
y arrepentirnos en el presente. Mira el mar, por ejemplo: en diez años
probablemente no estará así.
Pero hay teorías para todo, como
la que defiende Jorge Luis Borges en su cuento «El inmortal» y Julio Cortázar en su relato
«Todos los fuegos el fuego». El hecho de ser humanos nos convierte en capaces de cometer la mayor de las heroicidades y también la peor de las iniquidades. Como nos une nuestra mutua condición, todos
debemos sentirnos orgullosos de las heroicidades de cualquiera de nuestros
semejantes y avergonzarnos de las ignonimias que cometa una sola persona.
Es inevitable: solemos querer más
a los héroes pero no a los villanos. En nuestra familia nos interesa recordar
la herencia que llevamos de nuestro bisabuelo, el héroe que murió ahogado tras
salvar a diez niños de un naufragio, pero no nos gusta tanto que nos recuerden
a nuestro tatarabuelo el violador o el que arruinó a todas las familias del
pueblo. Sin embargo, si aceptamos la continuidad como algo existente, la
tradición familiar, creo que lo digno es quedarse con todo el pack.
Por ejemplo, y descendiendo a un
ejemplo algo banal y con todos los atenuantes de la época que se quiera, no
debemos olvidar que el Barça concedió varias medallas honorarias a Franco. Y me
parece fantástico que se le quieran quitar las distinciones, los títulos de
hijo adoptivo del club y arrancarle la insignia de oro y brillantes con la que
quizá lo enterraron (ahora era un buen momento para quitársela, pero creo que
vamos tarde). El problema es usar estos detalles para blanquear el pasado;
porque, por mucho que se le retiren los títulos, eso sucedió, no puede
eliminarse de la historia.
Y quisiera terminar con un último
ejemplo banal, que quizá es el rasgo que caracteriza a nuestra época. La
plataforma digital de televisión a la carta Britbox, que aúna la BBC junto con
las cadenas privadas ITV y Channel 5, ha decidido censurar parte de su
contenido histórico por considerarlo racista o inaceptable. Entre ellas, una
popular comedia británica de los sesenta y setenta Till Death Us Do Part («Hasta
que la muerte nos separe»), protagonizada por una familia cuyo padre era
machista, racista y malhablado. El creador de la serie aclaró en su momento que
la serie era crítica pero el carisma del personaje hizo que mucha gente se
identificara con él y lo idolatrara. Otro clásico del humor británico, Fawlty
Towers, más conocido en nuestros lares como Hotel Fawlty, sí podrá
ser emitido, pero con una advertencia previa sobre que puede resultar ofensivo
a sus espectadores.
Hasta aquí la noticia. Podría no
decir nada porque creo que se comenta sola. Es un ejemplo perfecto del
neoestalinismo barato y light que predomina en estos momentos, sin grasas ni
asesinatos en masa, bajo en inteligencia, que sin embargo te permite generar
una historia a tu gusto, desnatada y con poca sal, alta en quinoa y soja, con
un toque neoinfantil para evitar posibles intolerancias a la ofensa, la
creación de un espíritu crítico, que te traten como un puñetero adulto y la
comprensión de que toda creación artística está hecha en un contexto que
debería entenderse, no blanquearse o modificarse a nuestro gusto. Ni ahora ni
dentro de diez años.
Empiezas citando el cuento de Cortázar para decir que la ficción sólo puede suceder dentro de la realidad y es que la realidad alimenta la ficción. Y pienso que es así. Y me uno a ti cuando dices que debemos sentirnos orgullosos de las heroicidades de nuestros semejantes y avergonzarnos de las bajezas aunque quien las cometa sea una sola persona. Hoy me siento orgullosa de tu informe.
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