Informe 10: La corrección postureal
No sé cómo es posible, pero todos los fines de semana oigo por la radio el mismo anuncio de cojines, ideales para corregir las malas posturas. Siempre salen las mismas chicas con la misma oferta de unos calcetines anticompresión, que siempre es exclusiva para las primeras cincuenta llamadas. Y siempre son las últimas unidades disponibles.
Si fuera
Cortázar, aquí se iniciaría un relato fascinante donde yo llamaría por teléfono
a la radio y quien descolgara también sería yo mismo. Uno de los dos sufriría
un espasmo en la columna que me obligaría a llevar el cojín enganchado con celo
en los riñones, mientras al otro le saldrían varices instantáneamente y solo
podría ponerse esos calcetines. (Para mejorar vuestra opinión sobre este
cuento, os recomiendo imaginároslo en guay, como si fuera «Continuidad en los
parques». Yo lo he hecho y así gana mucho.)
Como
siempre oigo el anuncio en la cocina preparando un zumo o un café, tengo la
sensación de que estoy viviendo el mismo fin de semana ad aeternum.
Nunca he tenido intenciones de llamar (y no solo por si me responde mi voz) y
si me paro a analizar el porqué, seguramente se debe a que tengo metida en la
cabeza la idea de que algo que solo se puede comprar en la radio (o en la tele)
no puede ser bueno.
¡ATENCIÓN,
ATENCIÓN, ALERTA! ¡Postureo a la vista!
¿Sí? ¿De
verdad es postureo? ¿Alguien ha conseguido cortar algo con un cuchillo Ginsu?
¿Alguna persona ha disfrutado de mejores rolletes gracias a Las 5.332
mejores canciones de amor de la música pop en inglés cantadas por sus artistas
originales?
Quizá esté
equivocado, pero todos estamos en este informe para mejorar como personas o al
menos para ser personas mejor colocadas (pero de postura, ¿eh, pillines?, que
no soy Tierno Galván.
[Reflexión que no tiene nada que
ver con el informe, dirígete al cierre del corchete para saltártela: una de las
ventajas de internet, eso dicen, es que permite explicitar o profundizar las
referencias a las cosas. Es el espíritu de los vínculos o enlaces. Un avance,
¿no? Sí, pero también eso hace que caigamos en la dictadura de lo obvio y del
mínimo esfuerzo. Por ejemplo, aquí (no te esfuerces en clicar, no es
ningún vínculo) podría poner un enlace al discurso de Tierno Galván en la
Movida donde dice estas palabras y quedarme más ancho que largo. Me ahorro la
explicación y quedo como alguien leído (cuando una persona ve muchas películas,
¿es alguien «muy visto»?). Sin embargo, confío en la inteligencia, la cultura y
el afán de conocimiento de nuestros lectores y, por ello, no he puesto ningún
enlace. Bueno, al final sí lo he hecho, pero por escrito, ¿no? ¿Es esto
postureo? ¿Soy un notas? ¿Tiene algo que ver esto con el informe? ¿Cuántas
preguntas retóricas seguidas puede aguantar un lector?])
Ya estoy de
vuelta con el informe; un saludo para los lectores que se han saltado el
corchete y otro para los que lo han leído y han llegado a conocer eso tan
interesante que no voy a repetir. ¿Dónde estábamos? Ah, sí, la corrección
postural. Qué bonito y nuevo concepto. Demos las gracias que al menos no ha
venido directamente en inglés, como el mindfulness, el running o el pilates.
Como tantas
otras cosas (el ramen y el tataki, por ejemplo, de los cuales estoy seguro que
quieren decir cocido y mojama en japonés; al tiempo, todo llega,
hasta el significado de las cosas), la corrección postural no es algo nuevo,
solo la palabra. La que gente se encorva de manera natural, como yo, lleva
recibiendo empujones acompañados de la frase «Ponte recto, niño» desde tiempos inmemoriales.
Si eso no es corrección postural, que me explique alguien la diferencia, por
favor.
(Por
cierto, me informan de que pilates no es una palabra en inglés, sino un
señor que creó un método para hacer gimnasia y luego se lavó las manos sobre su
posterior desarrollo [no he podido evitar decirlo, lo siento].)
Pero,
volviendo al tema, ¿qué es la historia de la humanidad sino que nos vendan lo
mismo con otros nombres, y encima algo que era gratis (el perejil está a punto
de caer)? Podría pensarse que la corrección postural tal vez sea otra manera
que tiene la sociedad capitalista de sacarnos el dinero ofreciéndonos una
solución de pago para un problema que nos ha provocado ella misma.
Hemos llegado a un momento donde,
dejando de lado pequeños detalles como que vamos a destruir el planeta, que
cada vez más personas se mueren de hambre (en número, no en porcentaje; los
porcentajes no hacen tres comidas al día) y otras minucias aparte, hemos
llegado a tales niveles de progreso que me parece inevitable hacer esta
pregunta: ¿por qué nuestras herramientas de trabajo no son cómodas o,
directamente, por qué parece que estén hechas para deformarnos el cuerpo y
provocarnos dolores en el futuro?
Tomemos el ordenador, un
instrumento incómodo de manejar, ante el cual tenemos que colocarnos en una
posición o encorvada o, si no, agachados y con los hombros caídos, como si
veneráramos a una divinidad. O el móvil, esa extensión de nuestras manos
diseñada para que, a los problemas de muñeca que nos provocan los portátiles,
se añada la artritis precoz de los dedos que nos produce teclear. ¿No bastaba
con la obsolescencia programada de los electrodomésticos que tenían que
provocarnos otras en nuestros propios cuerpos? No hay límites para el
capitalismo.
Volvamos al postureo: ha sido una
de las palabras del año pasado 2017, junto a posverdad. Ambas son primas
hermanas, pues si la posverdad es un tipo nuevo de la mentira de toda la vida,
el postureo no deja de ser más que una vestimenta hortera más del clásico
esnob, el erudito a la violeta o lo que se ha llamado en los últimos años o
siglos «un moderno». Como decía nuestro patriarca Samuel Bartlet-Crane, citando
a Maquiavelo: «Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos». Y
esa es la filosofía que parece dar vida al posturismo.
Uno de los entornos donde el postureo tiene más
presencia es el mundillo artístico. Y, de hecho, todo este informe nació por
una frase leída en un artículo dedicado al descubrimiento de un cuadro que, tal
vez, era obra del Greco. En el texto se informaba de que el propietario se
negaba a hacer ninguna prueba de autentificación de la obra, y tanto los
expertos como el periodista se mostraban indignados hasta el punto de
preguntarse lo siguiente: «¿De qué sirve tener un cuadro así se desconoce su
autoría?».
Dejemos de lado el uso del verbo servir
para referirse al cuadro (pues ¿para qué sirve al arte? Realmente, para
nada. Para nada práctico. Bueno, sí, ahora el capitalismo ha descubierto que
sirve para algo: para especular, no sé si hemos ganado algo pasando de
tulipanes a cuadros). Entiendo que, a los expertos en el tema, les resulta
interesante si el cuadro es obra del Greco o no para analizar sus influencias,
ubicarlo dentro de su evolución pictórica, etc. Veo esto como de interés
filológico (es decir, de analizar las cosas en su contexto). Pero no sabía que
el cuadro iba a cambiar cuando conociéramos a su autor. ¿Se volverá mejor
cuadro? ¿Revivirán sus colores y nos emocionará más?
Para mí esto es postureo: subyace la idea de que la
obra tiene más valor según quien la pinta. Y pertenece a esa variante
capitalista que es el postureo de marca. El vino tiene que ser rioja. El jamón,
ibérico. El coche, alemán. El ordenador, de manzana. El alimento, súper sin
duda. El azúcar, sin glucosa. El pan, sin gluten. Todo lo anterior puede ser
fantástico, pero no tiene que serlo obligatoriamente. Velázquez también pintó
cuadros horrorosos y García Márquez escribió textos infames. Solo tenéis que
pensar que incluso a veces, en determinadas ocasiones, alguno de mis informes
no está mal.
Reconozco que me gustaría caminar más erguido, pero cuando llevo un rato
obligándome a hacerlo de manera consciente, me canso y vuelvo a encorvarme. No
sé si con el gusto sucede lo mismo, seguramente sí. Es incómodo tener que estar
reflexionando y analizándolo todo desde un punto de vista personal y
intransferible. Para ahorrarnos ese trabajo están esos nichos donde encorvamos
nuestras opiniones, pensamientos y gustos para que encajen y podemos usarlos
como si fueran propios. A veces tenemos que usar estos disfraces y, en ciertas
ocasiones, lucimos más con ellos que con nuestras propias galas. Todos los
hacemos y está bien, no es nada criticable, pero en ningún momento debemos
olvidar que los nichos solo acogen ideas muertas que vuelven a la vida en forma
de zombis.
Genialidades varias: ordenador de manzana (y Fanta de limón; perdón, chist); minicuento de Cortázar inserto en el Informe; ese falso link en el que es inevitable clicar; ponte recto, niño;Tierno Galván, el cuchillo Ginsu y Covers de las n canciones de amor de la música dodecafónica en inglés (¿o no era así?); el patriarca Bartlet-Crane como la biblioteca de Babel , poseedor de todo conocimiento y "citador" oficial...
ResponderEliminar¿Es el postureo artístico un signo de civilización? ¿De tontería? De ambas cosas a la vez, ¿no? ¿La corrección debería aplicarse a muchas otras posturas o posicionamientos? ¿Existirá un pilates ideológico para que la gente pueda volverse flexible y corregir sus malas hechuras? ¿Son nuestras mentes... digo nuestros huesos capaces, a estas alturas, de "alozanarse" y volver a la elasticidad de la juventud? ¿O en lo que a mentes respecta éramos menos flexibles de jóvenes que ahora? ¿Qué dice el patriarca al respecto? ¿Está este comentario tan plagado de preguntas y de links temáticos como el Informe que lo ha suscitado? ¿A qué huele la pureza democrática? ¿Y las nubes?
...
Para empezar gracias por los corchetes. Los prefiero a los enlaces. Son más directos. Cuán reconfortada me he sentido con tu comentario acerca del anuncio de los cojines para sentarse en posición adecuada! ¡Cuántos desayunos hemos compartido -tu y yo- en las ondas gracias a esos cojines! ¡La de veces que he sentido la tentación de ser una de las cincuenta personas agraciadas por la suerte de poseer esa maravilla! ¿Y cuando te animan diciendo que todos tenemos una madre achacosa a quién regalárselo? ¡Pero, si yo soy esa madre, precisamente! Y otra cosa, a mí postureo me recuerda a pastoreo y me da la risa. Me lo he pasado muy bien con tu informe. Ha valido la pena leerlo. Anna
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus sabios y acertados comentarios, Anna. Siempre me hace mucha ilusión verlos.
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