Informe 16: Fracasar o no

El mal no es de nadie. Nadie lo hace suyo, no se le adopta, ni se le reconoce: el mal es huérfano. Nadie lo quiere en su casa, ni le da su apellido, pero muchos, a lo peor todos, le damos un empleo, lo contratamos a tiempo parcial. El mal es el chico de los recados, un niño dickensiano que sale por la puerta de servicio. El mal hace implacable su trabajo y se le paga con dinero, con poder, pero sobre todo se le paga con la parte corrupta del alma, con las ruinas de lo bello, con el fracaso de la luz y el dolor ajeno. Si preguntas por el mal, nadie lo conoce, pero todos guardan su número en los contactos; si alguna vez le estrechaste la mano no le miraste a los ojos. El mal no existe hasta que se le invoca, entonces aparece como una ráfaga de viento inopinada y extranjera, nadie sabe de dónde viene, pero se le reconoce enseguida, putrefacto y odioso, agarrado como una criatura monstruosa al pecho herido de los demás.
   Mi fracaso personal es no poder vivir ni convivir con gente a la que quiero, o al menos he querido. El amor de tanto no usarlo se reviene y luego se seca, como el pan de anteayer. De este modo deja de ser amor para ser el recuerdo del amor, una memoria dolorosa que en su evocar la pasada dicha solo hace que confirmar la actual tristeza. Fracasar puede ser no conseguir amar a quien amas, no entenderse, no lograr encauzar un sentimiento, como si nuestro amor fuese un hilo demasiado grueso para enhebrarse en la aguja, como si nuestra manera de ver el mundo, nuestra personalidad, nuestra mismidad, estrechasen el ojal por el cual debe pasar la flor que nos perfume.
   Con la edad dejamos de amar a cualquier precio, le ponemos condiciones al amor y eso es tan descorazonador como razonable. Se constata que el amor no puede con todo, que a veces se cansa, le falta el aliento, se para en el rellano a pensar, e incluso, algunas veces, abandona su propia causa. Romper relaciones con personas a las que se quiere es duro, le embarga a uno cierta sensación de rendición, de derrota, de haber sucumbido al cansancio y la absurdidad, un sabor agrio escuece en la garganta. Perdernos los unos a los otros, amordazarnos, no es si no una victoria de la barbarie, que nuestras almas y nuestras inteligencias no hayan dado con un modo sano de amarse es una derrota para la humanidad.
   La realidad es que, en general, las personas cansamos. No es fácil tolerar a los demás, apenas si lo logramos respecto a nosotros mismos y porque no nos queda más remedio. Efectivamente, la gente hartamos, nos terminan exasperando las debilidades de los otros, sus lógicas, sus irracionalidades, sus indescifrables o archiconocidos circuitos de pensamiento, su humor, su presencia, termina por irritarnos hasta su bondad, su empatía, incluso su afecto por nosotros. Puede que necesitemos desesperadamente otra mirada sobre el mundo, entender que lo tedioso y mediocre está en el ojo que mira y no en el objeto observado, o simplemente, ese razonamiento sea una huida hacia delante, otra ficción o intelectualización de lo real, como ese brillantísimo análisis que alguien hizo sobre un mal poema.
   Habrá quien diga que basta ya de idolatrar. Nadie merece ser amado pese a todo, hay que vivir y ser feliz. Algunas veces hay que soltar lastre para poder avanzar, pero no es fácil saber cómo ni cuándo; al contrario, es muy difícil adivinar el momento idóneo. Uno siempre se preguntará si debió luchar más o haber abandonado antes, y nunca lo sabrá.
   El mal no es de nadie, es un perro callejero y rabioso que se alimenta de nuestra basura. Nadie quiere dejar de amar, nos parece que ello nos envilece, que nos sume en la calamidad. Nos parece que nos convierte en perdedores. Preferimos amarrar relaciones viciadas e irresolubles a sentir que aflojamos la mano y el viento se las lleva, tener es tener.

Comentarios

  1. Mil cops encantada de llegir-te una vegada més! Barreges aquí dos conceptes: el mal i el deixar d'estimar a persones que en realitat estimes: parles de rendició, del difícil que es suportar a l'altre i suportar-se a un mateix. I això, es clar, també forma part del "mal". Però aquell mal "putrefacte i odiós" del primer paràgraf és el que arruïna la humanitat. Aquest cal esborrar-lo del tot si volem que el món sigui una mica millor. El segon, molts cops, és passatger, perquè les persones cansem, però si les has estimat i t'han estimat de veritat, sempre queda quelcom que en un moment donat revifarà. No siguis tan pesimiste, sisplau!

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